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Drogas de abuso, dopamina y toxicidad testicular.
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Las investigaciones en el área de las ciencias biológicas atienden a cuestiones técnicas y reglas procedimentales internas que son específicas a la disciplina. No obstante, en ocasiones las motivaciones que sirven de disparadores de las mismas tienen un carácter externo de tipo social. Tal es el caso del proyecto de un equipo del Instituto de Investigaciones Farmacológicas (ININFA, CONICET-UBA) que apunta a conocer los efectos tóxicos del consumo combinado de cocaína y cafeína, bajo la consideración de que la adicción a las llamadas drogas de abuso constituye un problema de la salud a tener en cuenta.
Según datos del Observatorio Argentino de Drogas, organismo dependiente de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), publicados en 2014, la prevalecía anual a nivel nacional en el consumo de drogas ilícitas de la población entre 16 y 65 años se sitúa alrededor del 3,4 por ciento, mientras que la de cocaína y la de pasta base lo hacen en 0,7 y 0,04 por ciento respectivamente. En la Ciudad de Buenos Aires esos porcentajes aumentan, mientras que la prevalencia en el consumo de drogas ilícitas se ubica en 10 por ciento, la de cocaína en 1,1 y la de pasta base en 0,05.
“La adicción a la cocaína genera trastornos nerviosos crónicos que afectan los circuitos neuronales implicados en la recompensa, la motivación, la memoria y la toma de decisiones. La cafeína, además de ser la sustancia psicoactiva más consumida en todo el mundo, constituye – junto a la cocaína – uno de los dos principales componentes del paco, una droga consumida en la Argentina cuyo efectos, en términos epidemiológicos, son mucho más drásticos que los que puede tener la cocaína aisladamente. A nosotros nos interesó investigar si la cafeína, al actuar como potenciador, podía ser responsable de esta diferencia”, explica Verónica Bisagno, investigadora independiente del CONICET en el ININFA y directora del proyecto.
El propósito general del proyecto es obtener información respecto de los perjuicios generados por el consumo combinado de estas dos drogas en diferentes órganos y sistemas del cuerpo como el cerebro, el hígado, los riñones y también los testículos. Para el objetivo específico de analizar cómo se ve particularmente afectada la fisiopatología de las gónadas masculinas, el equipo formado en el ININFA convocó a colaborar a investigadores del Centro de Estudios Biomédicos, Ambientales y Diagnóstico (CEBBAD, Universidad Maimónides), dirigido por Alfredo Vitullo, investigador principal del CONICET especializado en fisiología testicular.
“Hasta dónde sabemos se trata del primer trabajo que analiza el impacto de la combinación de cafeína y cocaína sobre el testículo. A partir de los experimentos pudimos obtener evidencia de que la primera potencia los efectos tóxicos de la segunda sobre dicho órgano, aumentando la muerte de células germinales”, destaca Bisagno.
Los primeros resultados – publicados en noviembre pasado en la revista PLoS One – permitieron corroborar que ratones inyectados con cocaína mostraron una disminución del número de las células germinales, que dan origen a los espermatozoides, y que esta reducción fue aún mayor en los casos en los que se combinó con cafeína. Al mismo tiempo se pudo verificar que la administración conjunta de las dos sustancias generó un aumento en determinadas proteínas que son indicadoras de muerte celular.
Hasta ahora tampoco era demasiado lo que se conocía sobre el accionar de la cocaína sobre el tejido testicular. “Se sabía, por que estudios anteriores lo habían señalado, que su consumo disminuía el conteo espermático, reducía el nivel de testosterona y aumentaba el estrés oxidativo, pero nada sobre su mecanismo de acción. Nosotros, además de corroborar que induce la muerte de células germinales y que al combinarse con cafeína este efecto resulta potenciado, también arribamos a la conclusión de que estos estimulantes deben ejercer su toxicidad a través de aumentar localmente la transmisión de dopamina, tal como lo hacen en el cerebro”, afirma Candela González, investigadora asistente del CONICET en el CEBBAD y coautora del artículo.
Una de las formas mediante las cuales la cocaína genera efectos tóxicos en el cerebro es a través del aumento de la dopamina – neurotransmisor cuya función principal es señalizar situaciones novedosas en el ambiente-, el cual está asociado al estrés oxidativo, la degeneración neuronal y la consecuente muerte de neuronas. La cocaína bloquea lo transportadores que conducen la dopamina desde el espacio sináptico hacia adentro de la célula y de este modo la mantiene activa en mayor proporción más tiempo. La cafeína, en bajas dosis y de manera indirecta, al impedir que los receptores de adenosina –un nucleósido que genera sueño- inhiban a los de dopamina, también aumente el volumen de dicho neurotransmisor en el cerebro.
“Nosotros lo que hicimos fue describir el sistema dopaminérgico que funciona en los testículos señalando en que células se encuentran sus distintos componentes -receptores, trasportadores y enzimas sintetizadoras- y pudimos corroborar, por primera vez, que estos componentes celulares son sensibles a la administración de cafeína, cocaína o su combinación, comportándose de manera similar a como lo hacen en el cerebro. Esto explicaría los efectos nocivos producidos por estos psicoestimulantes sobre la fisiología testicular y la subsecuente muerte de células germinales”, explica Betina González, becaria posdoctoral del CONICET en el ININFA y también coautora del artículo.
Aparte de las conclusiones obtenidas hasta el momento, las autoras abren nuevas vías para avanzar en la exploración en torno a los efectos tóxicos de los psicoestimulantes en el testículo. La pregunta que queda planteada para las próximas investigaciones es si otra consecuencia posible de modulación de dopamina en las células germinales podría ser la inducción de cambios epigenéticos, los cuales son modificaciones heredables en el ADN que modulan la expresión génica, de una forma que contribuya a la transmisión parental de vulnerabilidad a la adicción.